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PLACER

PLACER.Ha sido bastante común entre los filósofos tomar el concepto de placer en un sentido muy general, que abarca, o se supone que abarca, todas clases de placeres y de sentimientos de placer. Así, se ha considerado que ciertas cosas pueden causar placer porque causan sensaciones placenteras, como ocurre con el sabor de un buen vino. Se ha considerado asimismo que otras cosas pueden causar placer, aunque no sea una sensación de placer en sentido estricto, como ocurre con una conversación con un buen amigo, con la satisfacción del deber cumplido, etc.

Concomitantemente, el concepto de dolor ha sido tomado asimismo en un sentido muy general, incluyéndose en tal concepto la sensación que se experimenta cuando se sufre físicamente, cuando se pierde una persona amada, etc.

Tomados en estos sentidos generales, han tenido lugar muchos debates sobre los conceptos de placer y de dolor. Por ejemplo, se ha mantenido que el placer es lo contrario del dolor, de modo que si se siente un placer no se puede sentir un dolor, y viceversa. Se ha afirmado también que es posible sentir a la vez placer y dolor, como ocurre en ciertas situaciones supuestamente anormales o «mórbidas», en las cuales se siente placer al sentirse dolor y de las que el más citado ejemplo es el masoquismo. Algunos han dicho que sentir placer y dolor al mismo tiempo quiere decir simplemente sentir placer por una cosa y dolor por otra distinta, de modo que el placer es un cierto sentir en determinado respecto que excluye el dolor en el mismo respecto. Por ejemplo: si siento placer escribiendo un «Diccionario de filosofía» no puedo sentir dolor al escribirlo, aunque pueda sentirlo por otras razones, como el que el escribirlo da, inclusive literalmente, muchos dolores de cabeza.

A un nivel semejante de generalidad se han hecho afirmaciones de carácter antropológico o ético como las de que el hombre por naturaleza persigue el placer y evita el dolor, o que el objetivo del ser humano es aumentar al máximo el placer y reducir al mínimo el dolor. Lo último puede entenderse de un modo principalmente subjetivo, en cuyo caso tenemos una de las formas del hedonismo, o puede entenderse de un modo que incluya todos los individuos de una comunidad, en cuyo caso tenemos el utilitarismo.

El nivel de generalidad hasta ahora referido no ha sido casi nunca satisfactorio. En vista de ello se han proporcionado varias definiciones de 'placer' que han restringido el significado de este término. Por ejemplo: el placer consiste en la satisfacción de necesidades; consiste en la ausencia de malestar, siendo esta ausencia de malestar un bienestar; consiste en una especie de euforia, del cuerpo o de la mente, o de ambos, etc. Numerosas objeciones se han presentado contra estas definiciones y otras similares: se pueden satisfacer necesidades sin experimentar placer; no es legítimo equiparar 'placer' con 'bienestar', con 'satisfacción', con 'alegría', etc., porque cada uno de estos términos tiene un conjunto de usos propios no reducibles estrictamente a los otros. Se ha indicado también que la noción de placer se hace menos vaga cuando se especifican los tipos de placeres. Dos de estos tipos han sido mencionados con frecuencia: el placer corporal y el placer psíquico o mental, es decir, el placer físico y el placer espiritual. A ello se ha respondido afirmando que no es siempre fácil distinguir entre estos dos tipos de placeres, que el placer corporal, cuando menos en los organismos biológicos relativamente desarrollados, presupone un «sentimiento» de este placer y este sentimiento es psíquico y no físico; que, por otro lado, no hay placer puramente psíquico o mental en el sentido de ser completamente independiente de los estados del organismo. Algunos han mantenido que solamente hay placer, o dolor, cuando hay conciencia de ellos, pero no es claro lo que se entiende por 'conciencia de'. Si se restringe demasiado el sentido de esta expresión se llega a la conclusión (errada) de que los animales no pueden sentir placer ni dolor.

Ciertas doctrinas morales, y específicamente el hedonismo (VÉASE) y el utilitarismo (VÉASE), han puesto de manifiesto que el placer del cual hablan a menudo es un placer «moderado» o que, en todo caso, hay que «calcular» el alcance y las posibles consecuencias del placer, de modo que se pueda saber si un determinado placer no va a producir dolor. En este último caso se descarta semejante placer para buscar otro cuyas consecuencias sean mínimamente dolorosas.

En un artículo sobre la noción de placer (cfr. infra), Gilbert Ryle ha puesto en guardia contra lo que considera dos falsas concepciones. Una de ellas consiste en suponer que, junto al complacerse con (o disfrutar de) algo, hay un placer que se sobreimpone a este complacerse (o disfrutar). El placer, viene a decir Ryle, expresa siempre algún acto del tipo que otros filósofos llaman «intencional». 'Sentir placer' ('disfrutar') es, según ello, un verbo transitivo. Ryle indica que ha habido tres modos de entender el concepto de placer y que en cada uno de ellos se ha cometido algún tipo de falacia categorial (VÉASE). Uno ha consistido en colocar los conceptos de gustar, disfrutar (y correlativamente, no gustar, no disfrutar) como si perteneciesen a la misma categoría que tener un dolor. Pero es posible sentir un dolor y experimentar placer en sentirlo. Otro ha consistido en una concepción «mecánica» del placer y del dolor (o de los verbos que expresan el experimentar placer o el sentir dolor como 'gozar de', 'sufrir', etc.) como si se tratara de acontecimientos que funcionan como causas y efectos de otros acontecimientos. Pero disfrutar de algo (experimentar placer) no es un proceso, como se ve cuando consideramos que mientras un proceso puede ser rápido o lento, un placer no puede serlo. El tercero ha consistido en equiparar placer y dolor a algún tipo de «pasiones» análogas al terror, al disgusto (y, podríamos añadir, a la euforia). Pero hay cosas como «raptos», «exaltaciones», etc., que no son comparables a los «placeres».

No parece ser fácil saber a qué «categoría» pertenece el concepto de placer. Por otro lado, ello no hace este concepto totalmente innecesario. Sigue siendo útil para caracterizar cierto tipo de experiencias entre las cuales sobresalen las de agrado. Es muy posible que el concepto opuesto al de placer no sea, como tradicionalmente se ha estimado, el de dolor, sino el de desagrado. Es curioso, en todo caso, que mientras algunos filósofos han tratado de explicar, y hasta de justificar, por qué hay dolor —una de las especies del mal (VÉASE)— en el mundo, no parece necesario justificar por qué hay, cuando lo hay, placer. Sea lo que fuere, el placer parece darse por descontado como algo digno de perseguirse.

Para informaciones complementarias sobre los significados de 'placer' en el pensamiento griego, véase HEDONISMO.

Sobre el concepto de placer en Platón y en Aristóteles: Jussi Tenkku, The Evaluation of Pleasure in Plato's Ethics, 1956. —Hans-Dieter Voigtländer, Die Lust und das Gute bei Platon, 1960. —Godo Lieberg, Die Lehre von der Lust in den Ethiken des Aristoteles, 1958. —Friedo Ricken, Der Lustbegriff in der Nikomachischen Ethik des Aristoteles, 1976. —J. C. B. Gosling, C. C. W. Taylor, The Greeks on Pleasure, 1982. —C. Hampton, Pleasure, Knowledge, and Being: An Analysis of Plato's Philebus, 1990.

Análisis de la noción de placer: Gilbert Ryle, W. B. Gaillie, «Pleasure», en Proceedings of the Aristotelian Society, Supp., 38 (1954), 135-146 y 147-164. El escrito de Ryle ha sido reimp. en su obra Dilemmas (1954) págs. 54-67. —François Heidsieck, Plaisir et tempérance, 1962. —David L. Perry, The Concept of Pleasure, 1967. —J. L. Cowan, Pleasure and Pain, 1968. —J. C. B. Gosling, Pleasure and Desire: The Case for Hedonism Reviewed, 1969. —R. B. Edwards, Pleasures and Pains: A Theory of Qualitative Hedonism, 1979. —F. Schwanauer, The Flesh of Thought is Pleasure or Pain, 1982.