, ">

Prólogo a la segunda edición

La generosa acogida que ha tenido esta obra ha permitido al autor aproximarse un poco más a la norma ideal que se había impuesto. En primer lugar, ha podido desarrollar algunos temas que en primera edición habían quedado en meras alusiones. Los artículos nuevos son por este motivo relativamente escasos; lo que importaba era menos agregar artículos insuficientes que a liar los ya habidos, en particular los de carácter fundamental, hasta un límite decoroso. Claro está que aun en esta edición, y no obstante las numerosas ampliaciones, muchos de los propósitos siguen siendo simples deseos. Para que tal cosa no ocurriera se requeriria que esta obra acotara un espacio considerablemente mayor que el actual. No obstante, algo ha podido avanzarse en este sentido: artículos como Absoluto, Acto, Aristóteles, Bien, Categoría, Creación, Descartes, Devenir, Eternidad, Experiencia, Infinito, Mal, Nada, Persona, Platón, Saber Ser, Verdad, Vida -para no mencionar sino algunos de los que han experimentado mayores, cambios- han sido notablemente ampliados e inclusive enteramente refundidos. Se han agregado otros -Admíración, Arte, Barreto, Bowne , Bríto, Filosofía americana, Filosofía contemporánea, Peirce, Santayana, Whitehead, etc., cuya ausencia en la primera edición era absolutamente imperdonable. Algunos han sido incorporados a artículos de mayor amplitud, dejando siempre las correspondientes referencias. También se ha ampliado, corregido y puesto al día la bibliografía, pero, lo mismo que en la edición anterior, ésta no pretende ni mucho menos ser completa. Las indicacíones bibliográficas tienen más carácter selectivo que exhaustivo. Se ha procurado indicar las obras mejores y más accesibles para el lector de lengua castellana, así como aquellas que, aun siendo, por diversos motivos, de consulta difícíl, son fundamentales. Pero cuando el autor ha llegado hasta el límite del espacio de que disponía se ha encontrado con que buena parte de sus deseos quedaban insatisfechos. Algunos de los artículos que pensaba ampliar o refundir han tenido que quedar, como en la edición anterior, en insinuaciones. Decimos esto no tanto para disculpar las evidentes fallas de este libro como para que algunas de ellas sean por lo menos comprendidas. El lector debe tener en cuenta que el espacio es limitado. Debe asimismo considerar que ha de atenderse al conjunto; nada más fácil, en efecto, para el autor que dedicar buen número de páginas al tratamiento de sus temas preferidos. Mas una obra como la presente exige el sacrificio continuo de las personales preferencias y preocupaciones para atender más pulcramente a su finalidad principal: la de recapitular lo esencial de la filosofía, la de podar la selva selvaggia de las meditaciones filosóficas para quedarse con el nudo perfil de su presente y de su historia. Algo se ha hecho de esto hasta el momento; si la obra sigue teniendo buena fortuna es posible que en el futuro se reduzca un poco más su involuntaria imperfección.

J. F. M.

Santiago de Chile, abril de 1944.