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EVOLUCIÓN, EVOLUCIONISMO

EVOLUCIÓN, EVOLUCIONISMO.Ateniéndonos a su significado originario (evolutio, del verbo evolvo), el vocablo 'evolución' designa la acción y efecto de desenvolverse, desplegarse, desarrollarse algo. 'Evolución' es uno de los términos en una numerosa familia de vocablos en cuya raíz se halla la idea o la imagen de rodar, correr, dar vueltas: 'involución', 'devolución', 'circunvolución' y otros similares. La idea o imagen que suscita 'evolución' es la del despliegue, desarrollo o desenvolvimiento de algo que se hallaba plegado (o replegado), arrollado o envuelto. Una vez desenvuelta o desplegada, una realidad puede revolverse o replegarse. A la evolución puede suceder la involución. Junto a la citada idea o imagen de desenvolvimiento de lo envuelto, encontramos en 'evolución' la idea de un proceso a la vez gradual y ordenado, a diferencia de la revolución, que es un proceso de despliegue súbito y posiblemente violento.

El proceso en cuestión puede, en principio, afectar a cualquier realidad. Puede afectar a las ideas o conceptos, de los cuales puede asimismo decirse que se desarrollan o pueden desarrollarse. Sin embargo, sería abusivo adscribir 'evolución' a las ideas o a los conceptos, salvo cuando nos referimos a la llamada «evolución histórica». Pero entonces no son las ideas o los conceptos los que propiamente evolucionan: evolucionan más bien las actitudes y las opiniones sobre tales ideas y conceptos. No hay inconveniente en hablar de «la evolución de una idea» siempre que tengamos presente que la idea no «evoluciona» al modo como puede «evolucionar» un organismo. Una idea o un concepto pueden contener ciertos elementos que sólo se van manifestando sucesivamente. Pero es más adecuado decir que la idea o el concepto van explicitando lo que se hallaba en ellos implícito, y que en esta explicitación lo importante no es el proceso temporal, sino el paso de lo menos específico a lo más específico, de los principios a las consecuencias. Si nos atenemos solamente a las imágenes suscitadas por los correspondientes vocablos, podremos asentir a la idea de que los términos 'evolución' e 'involución' se hallan en su significado «intuitivo» muy próximos a términos como 'explicación' e 'implicación' (o también 'complicación'). Además, si consideramos la historia de los vocablos, tendremos que reconocer que han sido usados en muy diversos contextos. Por ejemplo, para algunos místicos de fines de la Edad Media y del Renacimiento, la palabra explicatio designa la manifestación o automanifestación de una realidad: la explicatio Dei (Nicolás de Cusa) es equivalente a la teofanía. Por otro lado, algunos autores han tomado el concepto de evolución en un sentido metafísico, como desenvolvimiento de una realidad o, mejor dicho, de la Realidad. Ejemplo de esta tendencia es la filosofía de Hegel, para quien lo real es des-envolvimiento (Ent-wicklung). Finalmente, otros autores han estudiado la evolución en un sentido más «concreto», ya sea en un sentido predominantemente histórico (como sucede en varios filósofos de la Ilustración: Turgot, Condorcet, etcétera), ya sea en un sentido biológico (como ocurre con las grandes teorías evolucionistas del siglo XIX).

En vista de todo ello, cabe concluir que es mejor cualificar los distintos significados de 'evolución' (o de términos cuyo significado es afín al de 'evolución'). Puede hablarse entonces de evolución en sentido teológico, metafísico, histórico, biológico, etc., o, como hemos indicado antes, de evolución en sentido «conceptual». Sin embargo, separar excesivamente los significados unos de otros llevaría a olvidar que hay elementos comunes en el concepto de evolución. Inevitablemente, estos elementos comunes son de carácter muy general.

Cabe hablar de una historia de la evolución o, mejor dicho, del evolucionismo como doctrina según la cual la realidad entera o, cuando menos, ciertas realidades, tal como las especies animales, no son estáticas, o no siguen patrones inmutables y eternos. Dentro de esta historia figuran algunas manifestaciones del pensamiento chino e indio, especialmente cuando se admite que hay algún principio último del cual han ido surgiendo todas las cosas (las cuales, por lo demás, pueden ser simplemente «apariencias» de tal principio). Se ha observado que varios presocráticos, como Anaxímenes y Anaximandro, se manifestaron en favor de la idea de que las plantas, los animales y los seres humanos se han originado —o ido originando— a partir de principios y fuerzas vitales básicas. En este respecto, una parte al menos de la filosofía presocrática concibe el mundo de un modo distinto, y más «dinámico» que Platón, e inclusive que Aristóteles, los cuales influyeron grandemente sobre la concepción «estática» y «fijista» del mundo y de las especies orgánicas.

En los siglos XVI, XVII y XVIII resurgieron las teorías «evolucionistas», en particular las teorías concernientes al desarrollo del universo y a la evolución del sistema solar. La astronomía, la geología y la paleontología contribuyeron a la difusión de ideas evolucionistas. Éstas se desarrollaron a lo largo de varias líneas, de las que mencionaremos cuatro, no necesariamente en orden cronológico.

Primero, las diversas doctrinas —«doctrinas ontogenéticas»— que se ingeniaron antes del siglo XIX para explicar cómo de un germen puede emerger un organismo entero. Leibniz había puesto ya de relieve que la diferencia entre el germen y el organismo adulto parece muy grande sólo cuando no se tienen en cuenta las fases intermedias según la «ley de continuidad». Pero con ello Leibniz no hacía sino indicar una «condición formal general» en el desarrollo (condición sin la cual, por lo demás, no puede hablarse propiamente de desarrollo). Durante el siglo XVIII se discutió mucho cómo tiene efectivamente lugar la «evolución» del organismo: si mediante epigénesis (o sucesiva incorporación de partes); o mediante preformación (o crecimiento de un organismo ya formado al principio bien que en proporción más reducida). Se trataba aquí de dar cuenta del proceso ontogenético (como se había hecho ya, por lo demás, desde la Antigüedad, según puede verse en el De generatione animalium, de Aristóteles). La doctrina ontogenética preformista recibió el nombre de «evolucionista» por cuanto se suponía que había un auténtico desarrollo de lo previamente «arrollado». Tal doctrina, además, fue siendo elaborada y refinada al considerarse que el germen no tiene que ser forzosamente un modelo «en escala reducida» del organismo adulto, sino simplemente contener las substancias de las cuales va emergiendo el organismo adulto en relación con el medio. Las citadas doctrinas ontogenéticas son muy distintas de las posteriores doctrinas filogenéticas, según ha indicado Oscar Hetwig en su obra Génesis de los organismos (v. I, cap. i), pero las primeras manejan a veces conceptos similares a los usados por las segundas.

Segundo, varias ideas surgidas a consecuencia de los trabajos de Linneo (Carolus Linnaeus: 1707-1778), Cuvier (Georges Léopold Chrétien Frédéric Dagobert, Baron de Cuvier: 1769-1832) y Buffon (VÉASE). En su Systema naturae (1735) Linneo presentó una detallada clasificación de plantas, animales y minerales; en sus Genera plantarum (1737) y Species plantarum (1753) clasificó las plantas según características sexuales, y las describió según géneros y especies; y en una posterior (10.a) edición del Systema naturae (1758) extendió el sistema adoptado para las plantas a los animales. En varias obras (Tableau élémentaire de l'histoire naturelle des animaux, 1798; Mémoires sur les espèces d'éléphants vivants et fossiles, 1800; Leçons d'anatomie comparée, 5 vols., 1801-1805; Le regne animal distribué d'après son organisation, 1817), Cuvier presentó un sistema de clasificación zoológica fundado en gran parte en datos paleontológicos. De la Histoire naturelle, de Buffon, hemos hablado en el artículo sobre éste. Como en todos estos casos se trata principalmente de taxonomías, parece que en principio no se compadecen con la idea de evolución de las especies. Lo que ocurrió, sin embargo, es que los trabajos de estos autores favorecieron considerar si ha habido o no cambios en las especies; en algunos casos, además, como ocurre en Buffon, había a la vez ideas en favor y contra el evolucionismo. Merece atención una observación de Bergson al respecto: «La idea del transformismo se halla ya en germen en la clasificación general de los seres organizados. El naturalista aproxima, en efecto, entre sí los organismos que se asemejan y luego divide el grupo en subgrupos en el interior de los cuales es aún mayor la semejanza, y así sucesivamente. En el curso de tal operación los caracteres del grupo van emergiendo como temas generales sobre los que cada uno de los grupos ejecutará sus variaciones particulares», y ello de tal suerte que aun suponiendo el transformismo convicto de error, la doctrina no quedaría afectada en lo que tiene de más importante. En efecto, «la clasificación subsistiría en sus grandes líneas». Aunque se tratara de un parentesco ideal «habría aún que admitir que aparecieron sucesiva, y no simultáneamente, las formas entre las cuales se revela un tal parentesco» (L'Évolution créatrice, 1907, páginas 24 y sigs.).

Tercero, las ideas de «desarrollo», «evolución» y «progreso» introducidas en el siglo XVIII y difundidas por varios filósofos de la Ilustración. Lovejoy (The Great Chain of Being. A Study of the History of an Idea, 1936; cit. por A. G. N. Flew, Evolutionary Ethics, 1967, pág. 7) ha indicado que la hipótesis de la derivación de todas las especies a partir de un número reducido de antepasados fue propuesta por el Presidente de la Academia de Ciencias de Berlín, Maupertuis, en 1745 y 1751, y por Diderot en 1749 y 1754.

Cuarto, los intentos de concebir la evolución en relación con un devenir (VÉASE), sea de carácter orgánico y humano o de carácter universal y cósmico. El devenir de carácter orgánico y humano fue una de las ideas centrales en autores como Herder. La llamada «filosofía natural romántica» alemana, representada por Schelling y Oken (VÉANSE), contribuyó a difundir las ideas de una evolución, y progreso, de «formas» a partir de «formas primitivas». Puede mencionarse en este respecto también la idea goethiana de la «proto-forma» (Urform). Es difícil considerar como «evolucionista» la filosofía de Hegel, pero la insistencia hegeliana en el devenir y en el proceso contribuyó grandemente a la difusión de la idea de evolución. Ésta implica transformación, y no es sorprendente que haya conexiones entre la noción de evolución universal o cósmica y la de transformismo.

El evolucionismo orgánico o transformismo se desarrolló sobre todo en el siglo XIX. Es el tipo de evolucionismo que ha constituido el tema principal de discusión desde mediados del pasado siglo hasta la fecha. Los filósofos en quienes la noción de evolución ha desempeñado un lugar central (Nietzsche, Peirce, Dewey) han entendido la evolución principalmente en un sentido orgánico, inclusive cuando han aludido a una evolución universal o cósmica. En muchos casos, la idea de evolución ha estado ligada a la de desarrollo de formas de alguna manera «pre-existentes», y estas formas son en la mayor parte de los casos de carácter orgánico. En De l'explication dans les sciences, Meyerson ha apuntado que «la imagen que constituye el fondo de estas locuciones ['evolución', 'desenvolvimiento', 'desarrollo' e inclusive 'explicación''] es de carácter pre-formista; y esto quiere decir 'orgánico' o 'biológico'».

Un período importante en la historia de la moderna idea de evolución y en la historia de las concepciones evolucionistas es el período 1809-1833. En 1809 Lamarck (VÉASE) publicó su Philosophie zoologique y en 1815 su Histoire naturelle des animaux sans vertebres. En estas obras, y especialmente en la primera, Lamarck desarrolló una doctrina evolucionista que, aunque en general ha sido desplazada por la posterior de Darwin, ha seguido influyendo en bastantes autores, especialmente en Francia; cuando se habla de evolucionismo puede éste entenderse o como un «lamarckismo» o como un «darwinismo». En 1830 tuvo lugar una resonante polémica entre Cuvier (cfr. supra) y Geoffroy Saint-Hilaire (Étienne Geoffroy Saint-Hilaire: 1772-1844). Se discutió sobre si había o no un plan orgánico en la formación de las especies. Geoffroy Saint-Hilaire (Philosophie anatomique, 2 vols., 1818-1822) defendió la idea de semejante plan orgánico. Cuvier se opuso a ella. Geoffroy Saint-Hilaire defendió el llamado «uniformismo», mientras que Cuvier defendió el llamado «catastrofismo». En este debate los datos geológicos y paleontológicos eran tan importantes como, y hasta más importantes que, las taxonomías orgánicas. El geólogo Charles Lyell (1797-1875), que influyó grandemente sobre Darwin, defendió el uniformismo en sus Principles of Geology (3 vols., 1830-1833; reimpresos con frecuencia), así como, luego, en su obra The Geological Evidences of the Antiquity of Man (1863), derrotando, o poniendo a la defensiva, a los partidarios del catastrofismo.

Darwin ha proporcionado un «bosquejo histórico» del «progreso de la opinión sobre el origen de las especies» en una de las ediciones de The Origin of Species, en donde habla, entre otros, de Lamarck y Étienne Geoffroy Saint-Hilaire (así como de su hijo el zoólogo Isidore Geoffroy Saint-Hilaire [1805-1861]). Nos hemos referido a este «bosquejo» con más detalle en el artículo DARWINISMO, en donde hablamos asimismo de la contribución de Alfred Russel Wallace (VÉASE) a la teoría de la evolución. El año 1858, fecha de la presentación conjunta de las ponencias de Wallace y de Darwin, y el año 1859, fecha de publicación del Origen de las especies, son los dos años más importantes en la historia del evolucionismo moderno.

El término 'evolucionismo' puede tomarse en sentido relativamente amplio para designar el lamarckismo, el darwinismo, así como sistemas filosóficos del tipo de Spencer (VÉASE), a quien se refirió también Darwin en el mencionado «bosquejo histórico». Spencer definió 'evolución' como «la integración de la materia y la disipación concomitante del movimiento por la cual la materia pasa de un estado de homogeneidad indeterminada e incoherente a un estado de heterogeneidad determinada y coherente». Puede hablarse en este caso de «evolución cósmica» o «evolución universal» y no sólo de «evolución biológica». Hay multitud de doctrinas filosóficas que tienen en cuenta, o inclusive se fundan en, el evolucionismo. En unos pocos casos, tienden, como Bergson, al lamarckismo. En la mayor parte de los casos tienden al darwinismo. Este último hecho y el que hubiese numerosas polémicas en torno al evolucionismo en relación con las teorías de Darwin explican por qué 'evolucionismo' y 'darwinismo' son empleados a menudo como sinónimos.

En la historia del evolucionismo a partir de Darwin destacan los nombres de Thomas Henry Huxley y Julian Huxley (VÉASE), Ernst Haeckel (VÉASE; cfr. asimismo infra), así como William Kingdon Clifford, G. J. Romanes, Karl Paerson, Eduard Westermarck (VÉANSE). Una forma especial de evolucionismo es el darwinismo social (VÉASE). Las doctrinas evolucionistas, especialmente las de sesgo filosófico, tienen caracteres muy diversos. Algunas son mecanicistas y otras son vitalistas u «holistas». La idea de evolución emergente (VÉASE) ha sido defendida por Lloyd Morgan (VÉASE), así como por Samuel Alexander, McDougall, H. Wildon Carr y Bergson (VÉANSE). El evolucionismo «holista» u «holismo» (VÉASE) ha sido defendido por Jan Christian Smuts (1870-1950: Holism and Evolution, 1926). Según Smuts, el universo puede describirse como un conjunto evolutivo formado por totalidades que dan origen, a su vez, en series emergentes, a nuevas totalidades. Boodin (VÉASE) propagó también un evolucionismo emergentista y «holista».

Después de Darwin se suscitaron numerosos debates acerca del modo como se entiende que pudo tener lugar la evolución de las especies. Autores como Ernst Haeckel generalizaron las ideas fundamentales darwinianas proclamando el paralelismo de la ontogenia (evolución del organismo) y la filogenia (evolución de la especie o especies). Es lo que Haeckel (y otros) llamaron «la ley fundamental biogenética», hoy día aceptada por muy pocos autores. Hugo de Vries (1848-1935: Die Mutationstheorie. Versuche und Beobachtungen über die Entstehung der Arten im Pflanzenreich, 2 vols., 1901-1903) propuso su «teoría de las mutaciones bruscas», en oposición al «continuismo» que prevalecía en muchas doctrinas evolucionistas biológicas. Autores como Louis Vialleton han llegado a conclusiones más o menos antievolucionistas mostrando la imposibilidad de reducir a un tronco común las ramas paralelas de los distintos árboles genealógicos de las especies.

Un punto muy debatido dentro de la teoría evolucionista biológica es el de la llamada «herencia de los caracteres adquiridos». Es común afirmar que, contrariamente a lo sostenido, o implicado, por el lamarckismo no hay tal herencia. Por otro lado, las doctrinas de I. V. Michurin y T. D. Lysenko defienden en parte la herencia de los caracteres adquiridos. Hoy se tiende a concluir que un carácter es adquirido sólo en tanto que los genes se desarrollan en un cierto medio. El medio es uno de los elementos del desarrollo del carácter. Según manifiesta Theodosius Dobzhansky (Mankind Evolving: The Evolution of the Human Species, 1961) se puede afirmar que los cambios se dan por transmisión hereditaria (los genes) en condiciones fijas (o normales). Cuando cambian las condiciones, cambian los caracteres. En suma, el carácter es el resultado de una interacción entre los genes y el medio. Por lo demás, debe advertirse que cuando se habla de evolución y de «caracteres» hay que distinguir entre la evolución de un organismo y la evolución de la especie (lo que en el caso del hombre implica la diferencia entre la evolución del hombre y la de la especie humana). Esta distinción no aparece siempre clara en las discusiones filosóficas sobre la idea de evolución.

En las dos últimas décadas se ha abierto paso, entre biólogos y filósofos de la Naturaleza, la idea de que el concepto de evolución en los organismos biológicos es parte de un concepto más general de evolución que afecta asimismo a la naturaleza inorgánica y que culmina (pero no necesariamente termina) en el hombre y en la cultura e historia humanas. Este esquema evolucionista generalizado ha sido defendido tanto por ciertos autores que ven en la evolución un sentido espiritual, como por quienes adoptan un punto de vista ajeno a toda valoración. Entre los primeros destacan Pierre Lecomte du Noüy, Pierre Teilhard de Chardin (VÉASE) y Albert Vandel. Entre los segundos destacan los biólogos y filósofos que se han ocupado de los conceptos subyacentes en el llamado «neodarwinismo» (Julian Huxley [VÉASE] y otros). Iluminadores para esta última posición son los trabajos contenidos en la obra colectiva en tres volúmenes publicada en Chicago con motivo de la celebración del centenario de la publicación del Origen de las especies. La evolución biológica aparece aquí (según ha manifestado Julian Huxley) como una fase en un proceso total evolutivo compuesto de tres distintos momentos: la fase inorgánica o prebiológica, la orgánica o biológica y la humana o postbiológica. Cada una de estas fases tiene sus propias peculiaridades y su propio tempo, aunque las tres están ligadas en un proceso evolutivo general. Lo característico de la primera fase, o evolución inorgánica, es la formación de elementos físico-químicos complejos hasta constituir las condiciones que hacen posible el mundo orgánico. Lo característico de la segunda fase, o evolución biológica, es la formación de organismos que surgen y se eliminan por medio de selección natural, y que se van desplegando en unidades orgánicas de órdenes crecientemente más complejos. Lo característico de la tercera fase, o evolución humana, es el proceso de la cultura y la posibilidad de una «filogenia de formas culturales». Si hay o no «propósito» en esta evolución, es asunto muy discutido y discutible. Por lo general, no se admite hoy día una teleología en el proceso evolutivo, pero se admite la posibilidad de procesos teleonómicos, esto es, de procesos que poseen su propia «dirección».

En su obra La alimentación, base de la biología evolucionista (3 vols., I, 1978), Faustino Cordón presenta una nueva síntesis evolucionista y monista en la que muestra los varios estados en la evolución —protoplasma, célula y animal- como niveles en los que se manifiestan los grados de integración y organización de los seres vivos. La captación de la materia y energía del medio con el fin de mantener su existencia es la característica fundamental de un ser vivo. Cordón elabora un sistema conceptual destinado a sistematizar los resultados de las investigaciones biológicas en una concepción monista-evolucionista.

Los epistemólogos se han ocupado del problema de la explicación de los procesos evolutivos, especialmente en la evolución biológica. Se ha concluido al respecto que la explicación evolutiva no es, ni puede ser, una explicación de naturaleza deductiva, pero que puede haber explicaciones de los procesos evolutivos por medio de leyes que muestran cómo de un grupo de condiciones iniciales se desarrolla (o, mejor, «se ha desarrollado») un cierto proceso (Ernest Nagel [VÉASE]), que produce ciertas otras condiciones, a la vez regidas por ciertas leyes.

Las obras de varios de los autores mencionados en el texto han sido indicadas en los artículos correspondientes.

Para las obras filosóficas y el análisis de diversos problemas relativos a la evolución, véase: James Croll, The Philosophical Basis of the Evolution, 1890. —O. Hertwig, Ältere und neuere Entwicklungstheorien, 1892. —André Lalande, La dissolution opposée à l'évolution dans les sciences physiques et morales, 1898 (2.a ed. mod., con el título Les illusions évolutionnistes, 1921). —L. T. Hobhouse, Mind in Evolution, 1901.—Íd., íd., Morals in Evolution, 2 vols, 1906. —J. M. Baldwin, Development and Evolution, 1902. —G. Richard, L'idée d'évolution dans la nature et dans l'histoire, 1903. —M. Calderoni, L'evoluzione e i suoi limiti, 1906. —Henri Bergson, L'Évolution créatrice, 1907 (traducción esp.: La evolución creadora, 2 vols., 1912). —Theodore de Laguna, Dogmatism and Evolution, 1910 (en colaboración con Grace A. de Laguna). —Íd., íd., The Factors of Social Evolution, 1926. —Hans Driesch, Logische Studien über Entwicklung, 2 vols., 1818-1819. —Roy Wood Sellars, Evolutionary Naturalism, 1922. —John Elof Boodin, Cosmic Evolution, 1923. —C. Lloyd Morgan, Emergent Evolution, 1923. —H. W. B. Joseph, The Concept of Evolution (H. Spencer Lecture), 1924. —E. Noble, Purposive Evolution, 1926. —L. Whittaker, The Metaphysics of Evolution with Other Essays, 1926. —Jan Christian Smuts, Holism and Evolution, 1926. —Édouard Le Roy, L'exigence idéaliste et le fait de l'évolution, 1927. —Íd., íd., Les origines humaines et l'évolution de l'intelligence, 1928. —C. C. Hurst, The Mechanism of Creative Evolution, 1932. —Stefano Cannavo, La teoria dell'evoluzione in attesa dell'ultima parola, 1933. —Arnold Reymond et al., Les doctrines de l'évolution et de l'involution envisagées dans leurs conséquences politiques et sociales (Soc. Franc. de Philosophie, sesión del 4-III-1933. Bulletin, 1933, págs. 1-52). —Charles Earle Raven, Evolution and the Christian concept of God (Riddell Memorial Lectures, 1935), 1936. —Cornelia G. Le Boutillier, Religious Values in the Philosophy of Emergent Evolution, 1936. —Kurt Breysig, Gestaltungen des Entwicklungsgedankens, 1940. —Jean Perrin, Évolution, 1941. —Pierre Lecomte du Noüy, L'Avenir de l'esprit, 1941 (trad. esp.: El porvenir del espíritu, 1949). [Evolucionismo telefinalista; el cálculo de probabilidades muestra, según el autor, que el origen de la vida y su evolución no son azares «ciegos».] —J. Przyluski, L'évolution humaine, 1942. —G. Salet y L. Lafont, L'évolution régressive, 1943. —François Meyer, L'accélération évolutive, 1947. —Íd., íd., Problématique de l'évolution, 1954. —P. Teilhard de Chardin, La question de l'homme fossile. Découvertés récentes et problèmes actuels, 1948. —Íd., íd., Le phénomène humain, 1955 (Oeuvres, I) (trad. esp.: El fenómeno humano, 1958). [El hombre es, según el autor, la culminación de la evolución biológica. Hay finalismo sólo cuando los seres vivos alcanzan cierto grado de desarrollo.] —A. Vandel, L'homme et l'évolution, 1948. [Hay, según el autor, dos tipos de evolución: la progresiva y la regresiva.] —G. H. Duggan, Evolution and Philosophy, 1949. —G. Dingemans, Formation et transformation des espèces, 1956. —Julian Huxley, C. G. Simpson et al., Evolution After Darwin, 3 vols., 1960. —Thomas A. Goudge, The Ascent of Life: A Philosophical Study of Evolution, 1961. —Mario Sancipriano, L'evoluzione ideale. Fenomenologia pura e teoria dell'evoluzione, 1957; 2.a ed., 1961. —A. G. van Melsen, Evolution and Philosophy, 1965. —M. Greene, The Understanding of Nature, 1974. —F. J. Ayala, Origen y evolución del hombre, 1980. —H. Holz, Evolution und Geist, 1981. —E. Sober, The Nature of Selection: A Philosophical Inquiry, 1984. —F. M. Wuketits, Evolutions-theorien, 1988.

Sobre evolucionismo y platonismo: R. Berthelot, Evolutionnisme et platonisme, 1908.

Sobre el concepto de evolución (desarrollo) en Aristóteles: H. Maier, Der Entwicklungsgedanke bei Aristoteles, 1909. —S. Blundell, Theories of Evolution in Antiquity, 1985.

Sobre la noción de «emergencia», véase (además de los libros de Morgan, Noble y Le Boutillier antes citados) la bibliografía de EMERGENTE.

Para una exposición del problema de la evolución desde el punto de vista biológico, véase: Julian Huxley, Evolution: the Modern Synthesis, 1942 (trad. esp.: La evolución. Síntesis moderna, 1946). —George Gaylord Simpson, The Meaning of Evolution: A Study of the History of Life and Its Significance for Man, 1951. —Íd., íd., The Major Features of Evolution, 1953. —T. Dobzhansky, F. J. Ayala, G. L. Attebbins, J. W. Valentine, Evolution, 1977. —E. Jantsch, The Self Organizing Universe: Scientific and Human Implications of the Emerging Paradigm of Evolution, 1980. —M. Grene, E. Mayr, F. Ayala et al., Evolution at a Crossroads: The New Biology and the New Philosophy of Science, 1985, ed. D. J. Depew y B. H. Weber. —M. Ruse, Taking Darwin Seriously: A Naturalistic Approach to Philosophy, 1986.

Véase también la bibliografía de DARWINISMO y SPENCER, HERBERT.